Un buen médico nunca dura.

Hace unos días, mientras me despedía de una paciente y le advertía que nos veríamos en el siguiente control, ella respondió con una frase que me dejó reflexionando: «Los buenos médicos nunca duran».

Esa afirmación encierra una realidad incómoda. ¿Alguien se ha preguntado por qué hay tanta rotación de personal en el sector salud en Colombia? ¿Cómo es posible que, en una de las profesiones con mayor demanda de talento calificado, la inestabilidad laboral sea la norma?

Desde la comodidad de nuestro ego, solemos atribuir las renuncias a la falta de compromiso o de capacidad de quienes se van. Nos resulta más fácil pensar que los despidos obedecen a un mal desempeño profesional. Pero, ¿y si la realidad fuera otra?

Un profesional que permanece más de cinco años en una empresa que no lo respeta, pero se considera superior a quienes se van, no es más que un trabajador explotado que normaliza su propia situación. Sin embargo, el problema no es solo la permanencia o la renuncia de los individuos, sino la precarización laboral a la que se enfrentan las nuevas generaciones de profesionales de la salud.

Con la complicidad del gobierno de turno y de muchos de nosotros, las más insólitas formas de explotación se han instaurado como prácticas comunes. Día tras día, la experiencia se confunde con resignación.

Entonces, ¿por qué los nuevos duran tan poco? ¿Se trata de falta de experiencia o de resistencia a la resignación? Algunos preferimos verlos como parte de una pequeña pero valiente resistencia.

¿Y usted qué opina?

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